domingo, 29 de octubre de 2017

Una visión de futuro

Confieso que, a riesgo de parecer un veterano de guerra cuyo ánimo se ha agriado por años de conflicto, que no me gusta pensar en el futuro. El futuro es una ilusión, una hermosa bruma habitada por irreales sueños y deseos, pero una ilusión al fin y al cabo. Es el presente el que es real, el que da sentido a nuestro pasado y forma a nuestro futuro, sin más herramientas que la honesta voluntad de avanzar día a día.
Al tiempo de escribir estas líneas, cuento con 20 años de (escasa) experiencia vital, y curso tercero de Medicina en la Universidad de Cádiz, ciudad que me vio nacer. Así y todo,no puedo evitar echar la vista hacia adelante, y preguntarme qué será de mí una vez finalice mis estudios y me lance al tormentoso pero gratificante mar de la atención sanitaria. Miro a mi izquierda, donde se acumulan mis apuntes de la asignatura optativa de Acupuntura. "¿Esteré perdiendo el tiempo?", me pegunto. "¿De verdad llegará el día en que pueda aplicar los conocimientos que ahora estoy aprendiendo?".

Siendo sincero, no soy aún capaz de responder a esa pregunta. Quizá deba esperar a quedar libre sobre la cubierta de mi barco, un robusto navío que habré ido levantando con el paso de los años gracias al constante estudio y empeño, y cuya forma ya empieza a adivinarse en los particulares astilleros de mi mente; esperar, estábamos diciendo, a navegar por ese tormentoso océano, donde el hundimiento significa arrastrar contigo a uno o varios seres humanos a los abismos del Dolor y la Muerte. Cuando pienso en ese futuro no puedo evitar sentir cierto miedo y aprehensión, sólo mitigados por la lejanía y la fatiga del presente. Pero no se irá; no se irá nunca, como el de todos aquellos que tienen en sus manos la salud y la vida de las personas.

Como médico, me convertiré en un científico de pleno derecho; pero antes de ser un científico, seré un médico. Eso se lo deberé a aquellos que hayan depositado su fe en mí. No sé, con siceridad, si alguna vez encontraré a alguien sobre quien aplicar los conocimientos de Medicina Tradicional China que con tanto placer adquiero, pero una cosa sabré por seguro: que, allá cuando arrecie la tormenta y el viento zarandee mi nave, cuando mi confianza flaquee; entonces, no importa el tiempo que pase, sabré que cuento con velas de repuesto, tejidas con las agujas y las plantas medicinales que los maestros de hace miles de años nos han legado a sus discípulos de hoy. Y, por sobre todo, si lograse convencer a un sólo colega mío de la validez científica y de la base real de la MTC, mi ambición se habrá visto cumplida. 

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