Según la Real Academia, la Medicina se define como el "conjunto de conocimientos y técnicas aplicados a al predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades humanas y, en su caso, a la rehabilitación de las secuelas que puedan producir". Si decidimos seguir esta definición al pie de la letra, nos daremos cuenta rápidamente de que esta definición no excluye a los llamados "remedios naturales", ya que poseen conocimientos y técnicas encaminados a sanar; siendo estrictos, podríamos argumentar que la magia tendría cabida dentro de la Medicina, puesto que no se establece límite ni restricción alguna al alcance o la naturaleza de las práctica médicas.
Sin embargo, abandonemos por un instante estas divagaciones metafísicas y centrémonos en la realidad del día a día. Imaginemos que padeces un fuerte dolor de estómago. Tu primera reacción (como la de la mayoría de la gente, o al menos la sensata) será acudir a tu médico de cabecera. Este te examinará, realizará pruebas y análisis, te interrogará a conciencia sobre tu enfermedad y las circunstancias en que comenzó y, por último, realizará un diagnóstico y prescribirá un tratamiento. Hasta ese momento todo resulta anodinamente normal, rutinario; estaremos cómodamente sentados en la silla de la consulta, mirando el techo o nuestras botas, mientras esperamos a que nuestro médico de confianza, quien lleva atendiéndonos desde que tenemos edad para acudir a él, emita su particular veredicto de culpabilidad. Imaginamos que el sabio y venerable discípulo de Hipócrates se pronunciará, probablemente, en términos parecidos a "sí, fueron las ostras en mal estado", o quizás "padece una infección alimentaria, le recetaré antibióticos". Y así, mientras esperamos indolentemente a que nuestro médico nos comunique la sabiduría sobre nuestra enfermedad que sólo los galenos son capaces de discernir, empieza a hablarnos sobre un nosequé desequilibrio del Yin y el Yang, algo sobre el bazo y, lo más terrorífico, que nos va a pinchar. No para ponernos una inyección, no; con agujas. Por todo el cuerpo. Nos llevamos la mano al estómago, sintiendo cómo el dolor y las náuseas aumentan, y preguntándonos si habremos sufrido un fatal despiste que nos ha conducido, no a nuestro centro de salud, sino a la consulta del hechicero vudú que llegó en patera hace un par de semanas.
Esta bien podría ser la reacción normal de un occidental de a pie cuando se le menciona por primera vez el tratamiento mediante acupuntura. Nuestro concepto de salud gira entorno a principios rígidos, basados en el conocimiento científico de la naturaleza humana obtenido mediante la razón y la experimentación. Más allá de esta noción se encuentra el vacío: un foso negro y obscuro, habitado por los restos del espiritismo y la superstición que, como malas hierbas, se resisten a morir ante el empuje de la Ciencia y el Progreso. No existe cabida para la sabiduría milenaria de la civilización más antigua del mundo, ni paciencia para explorar los secretos de un arte de sanar que, aunque diametralmente distinto a simple vista, comparte los mismos principios y valores que nuestra Medicina científica occidental.
La Medicina Tradicional China (MTC), medicina ancestral originaria de la antigua China, ha perdurado y ha evolucionado a lo largo de la historia. Durante la segunda mitad del s. XX, esta terapia ha ido introduciéndose en los países occidentales y ha obtenido una gran aceptación entre los usuarios de estos países que han encontrado en ella una medicina diferente, nada agresiva y muy preventiva, mediante la cual se obtienen resultados eficaces y rápidamente. La medicina china es una medicina holística ya que entiende que no existen enfermedades, sino enfermos, tiene en consideración no sólo lo que sucede en el órgano afectado, sino también lo que sucede en todo el organismo, la manera de manifestarse, como responde a las influencias externas y a los estímulos del entorno.
Cuando estas dos formas de "Qi" se reúnen en la sangre, el "Qi" circula como energía vital por los meridianos o canales energéticos.
La medicina china utiliza como principales técnicas de tratamiento la acupuntura, tuina y la fitoterapia, que se aplican según la patología del enfermo. Otras técnicas son las ventosas, la moxibustión, la auriculoterapia... Una de las principales características de estos tratamientos, aparte de su efectividad, es que carecen de efectos secundarios, tan frecuentes en los fármacos convencionales
Cuando estas dos formas de "Qi" se reúnen en la sangre, el "Qi" circula como energía vital por los meridianos o canales energéticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario